Cuando éramos pequeños, era común aprender que, si nos equivocábamos en algo y cometíamos un error, estaba mal. Si hacíamos las cosas bien, teníamos premio, algo que tuviera valor para nosotros y que era la imagen de que íbamos en la línea adecuada.
Era frecuente ver que cuando hacíamos los deberes e incluso los exámenes, todo error que se cometía se marcaba con un bolígrafo rojo, y siempre he leído que utilizar el rojo nos hace que sea algo para que se marque en nuestra memoria.