Cuando las cosas se ponen difíciles es muy fácil echarse las manos a la cabeza y pensar que, de ahora en adelante, todo va a salir mal. Tendemos a gastar la energía diaria en solucionar problemas que en nuestra mente son como enormes castillos de arena.
Si el ambiente que te rodea tampoco ayuda y abre camino a eso que llamamos las “malas vibras”, tendemos a pensar que esas pequeñas desavenencias que surgen no tienen solución y que al final del túnel nos toparemos con la oscuridad.
Es sencillo que ante situaciones que no controlamos o somos incapaces de dominar, decidamos quedarnos presos sin intentar gastar nuestra energía en salir a flote, dando ventaja a eso que llamamos mala suerte, problemas, inquietudes…
¿Qué hay de eso que llaman positivismo?
Cuando vemos a alguien que ante una circunstancia negativa se manifiesta impasible, aparentemente no sufre o ve el lado positivo, la mayoría de las veces tendemos a pensar que esa persona no ve la misma realidad que nosotros, o que tiene una coraza o que carece de sentimientos. ¿Qué estamos haciendo? Seguimos en nuestra línea de malas prácticas…
¿Puedo ser positivo aunque la circunstancia no acompañe?
Sí, puedes. Claro que para ello necesitas armarte de valor y mucha paciencia, porque luchar contra la adversidad a veces se convierte en una odisea que nosotros sí podemos controlar. La energía positiva suele estar presente aunque el ambiente no sea propicio. Siempre hay alguien que te puede dedicar una palabra de ánimo o incluso una sonrisa, pero para eso tenemos que cumplir la tarea de rodearnos de personas que fomenten optimismo y energía.
Sobreponerse a momentos adversos es sencillo siempre y cuando tengamos una visión a futuro, evitando quedarnos atascados en lo malo e intentando ver el lado bueno de las cosas.
Esta característica puede aplicarse a todas aquellas fases en las que tratamos y convivimos con personas y aparecen problemas y desavenencias que hacen temblar nuestro positivismo, permitiendo que esa energía desaparezca.
Trabajando con nosotros mismos
La tendencia es que cuando sucede algo malo, pensamos que la culpa se debe a un factor externo, el miedo se apodera de nosotros y somos incapaces de controlar cualquier problema que se presente. En este caso, la comunicación es clave y tener las cosas claras también. Hemos de trabajar mucho factores como el autocontrol para no dejarnos arrastrar por lo negativo y optimizar al máximo todas esas características que son positivas y que dejamos de ver cuando el miedo nos ciega e impide ver más allá de este punto.
No todo es tan malo como lo pintan
Claro que no. En el momento que exteriorizamos nuestros problemas e inquietudes, podemos obtener muchas respuestas distintas, es la ventaja de las “mentes pensantes” y quizá tenemos esa gran oportunidad de eliminar esos aspectos negativos que nos atrincheran en lo negativo.
Aunque no suene muy optimista, una de las premisas que hemos de tener presentes es que todo puede ser peor pero… ¡también mejor!
En circunstancias de presión y estrés lo mejor es mantener la cabeza fría, no dejarnos llevar por el momento y ser capaces de controlarnos, ya que por muy complicado que parezca, la solución casi siempre suele estar a la vuelta de la esquina.
El miedo es como un vicio malo, ataca directamente a nuestra energía, pero si gozamos de una saludable y la protegemos incluso de los malos pensamientos, seremos mucho más felices y productivos, controlaremos las circunstancias del estrés y podremos trabajar el autoconocimiento.